Esta pintura cautivadora nos sumerge en una garganta misteriosa y sombría, dominada por acantilados imponentes que se elevan hacia un cielo nublado y melancólico. La paleta de colores profundos, con tonos tierra, verdes y azules, crea una atmósfera sombría y casi mística; las texturas rugosas de las rocas contrastan con el sutil brillo del agua en la parte inferior. En el centro de la composición, dos figuras emergen con viveza: un joven desnudo, parcialmente cubierto con un manto rojo, que se apoya en el abrazo de un centauro que sostiene una lira. La luz destaca sus formas contra el fondo oscuro, atrayendo la atención hacia la narrativa mitológica implícita. La pincelada es rica y controlada, aportando una cualidad onírica que combina intimidad y grandiosidad.

La composición equilibra hábilmente el vasto y casi opresivo entorno natural con la interacción tierna y dinámica de las figuras, sugiriendo temas de educación, mentoría y el paso de la inocencia al conocimiento. La lira del centauro, símbolo del arte y la cultura, insinúa la transmisión de sabiduría, mientras que el escenario agreste evoca el mundo primitivo e indómito de la mitología antigua. La obra provoca una profunda emoción que invita a reflexionar sobre la experiencia humana en medio de las fuerzas de la naturaleza y la leyenda.