La pintura presenta un retrato cautivador de una joven, con la mirada sutilmente desviada, evocando una sensación de contemplación introspectiva. Su cabello oscuro, adornado con delicadas flores blancas, cae alrededor de su rostro, enmarcando sus rasgos con una suave delicadeza. Una blusa sencilla pero elegante de color crema con mangas abullonadas contrasta con una faja carmesí atada a su cintura, ofreciendo un toque de vivacidad en medio de los tonos apagados. Un collar compuesto por grandes cuentas de tono ámbar adorna su cuello, atrayendo la atención y agregando un toque de riqueza a la composición.

La habilidad del artista para capturar el juego de la luz sobre su piel es notable; las sutiles gradaciones de tono crean una sensación de volumen y realismo, lo que le da al retrato una cualidad realista. El fondo, un tono cálido y terroso, acentúa aún más la delicada belleza del sujeto, proporcionando un telón de fondo tranquilo y discreto que no distrae de la figura central. La impresión general es de gracia y elegancia silenciosa, lo que convierte a esta obra de arte en un ejemplo perdurable de su género.