La obra retrata con gran vivacidad a un personaje distinguido que, enfundado en un vibrante abrigo rojo, se alza con confianza. Su mirada se dirige hacia el horizonte, emanando fuerza y determinación. Este diestra arquero sostiene su arco con gracia en una mano, mientras que con la otra sujeta una aljaba llena de flechas. Los detalles meticulosos y la paleta de colores crean un contraste llamativo con el sereno fondo de un cielo azul claro, enriqueciendo la composición general. La maestría técnica del artista se manifiesta en las pinceladas que reflejan texturas y dan vida a la prenda, al tiempo que muestran la exuberante hierba que se extiende bajo sus pies.

En medio de la naturaleza, rodeado de flores silvestres, se respira una sensación palpable de vitalidad. La expresión estoica del arquero no solo encarna el espíritu de la época, sino que también refleja el rico contexto cultural e histórico del periodo. La obra de Vereshchagin es un testimonio de su aguda percepción de las emociones humanas y la significación de las historias individuales dentro del vasto tejido de la historia. Aquí, somos testigos no solo de un guerrero afortunado, sino de un símbolo de resistencia que une el pasado y el presente con trazos que hablan a cualquier espectador que se encuentra ante ella.