En esta cautivadora obra, la figura central de una mujer embelesadora irradia belleza a través de su vestido verde, que evoca una energía vibrante. Este atuendo, decorado con elaborados patrones y detalles rojos en las mangas, sugiere una presencia regia; se sostiene con elegancia, llevando un cuenco metálico repleto de rosas de tonalidades suaves. La contrastante disposición de su figura contra el fondo de vidrieras decorativas agrega profundidad y complejidad, guiando la mirada del espectador a través de un vibrante tapiz de colores.

La paleta de colores utilizada no solo es visualmente agradable, sino que también tiene un profundo impacto emocional: los verdes simbolizan el crecimiento y la renovación, mientras que los suaves rosas transmiten la belleza y el paso fugaz del tiempo. La suave luz filtrándose a través de las ventanas ilumina cálidamente la escena. Waterhouse es un maestro en capturar emociones, haciendo que la pintura parezca casi viva; resuena profundamente en el espectador. Invita a reflexionar sobre la naturaleza de la belleza y el paso del tiempo, recordándonos la importancia de aprehender esos momentos fugaces, tal como indica el título.