Este evocador retrato captura a una joven envuelta en un chal de colores intensos, con su cabello rojizo cayendo suavemente alrededor de su rostro pensativo. El artista utiliza magistralmente el claroscuro, contrastando los tonos cálidos del chal y su cabello con un fondo oscuro casi negro que centra toda la atención en sus ojos expresivos y sus delicadas manos. Su piel brilla con un realismo tierno, mientras que las texturas de la tela se representan con pinceladas sueltas y seguras que sugieren movimiento y vida.

La composición es íntima y centrada, invitando al espectador a un momento tranquilo de introspección. La paleta de colores, dominada por rojos terrosos, ocres y azules apagados, impregna la escena de un aura cálida y nostálgica. Emocionalmente, el retrato transmite una vulnerabilidad y pureza delicadas, reforzadas por la expresión sutil y casi tímida de la joven. Esta obra refleja la tradición académica del siglo XIX con un toque de sensibilidad romántica, destacando la habilidad del artista para capturar tanto el carácter como la atmósfera en un solo cuadro.