En este delicado dibujo, una mujer aparece sentada con gracia frente a un escritorio, absorbida en su tarea. El artista la representa en un momento sereno de concentración elegante, con su postura ligeramente inclinada hacia el escritorio abierto, como si estuviera a punto de escribir o leer. Las líneas son fluidas y seguras, con un marcado contraste entre los trazos suaves y sueltos que definen los pliegues de su vestido y el detalle más estructurado del secreter. La paleta de colores apagados, entre marrones terrosos, blancos cremosos y grises suaves, crea una atmósfera tranquila que invita al espectador a un íntimo escenario doméstico.

La composición equilibra armoniosamente detalle y sugerencia: las curvas de la silla y la silueta de la mujer generan un ritmo armonioso, mientras que las pinceladas sugieren luz y textura sin sobresaturar la escena. El uso sutil de blancos resalta el vestido, infundiendo movimiento y suavidad frente a la quietud del mobiliario y el fondo contenido. El conjunto produce una sensación tierna y cercana, capturando un momento refinado y cotidiano a finales del siglo XIX, un homenaje discreto a la gracia, la feminidad y la dignidad en las tareas diarias.