
Apreciación Artística
La escena se despliega ante mí como un escenario dramático, el paisaje es un telón de fondo agreste para el encuentro. Una figura, quizás el propio Ovidio, yace en un reposo lánguido, envuelto en túnicas fluidas de azules profundos y blancos; a su alrededor, los escitas, con sus cuerpos esculpidos por el juego de luces y sombras, se congregan. Las pinceladas del artista están vivas de energía; rápidas, decididas e imbuidas de una sensación de movimiento. La paleta de colores está anclada en tonos terrosos, rotos por destellos de color vibrante en la ropa y el cielo. El caballo, una presencia poderosa e imponente, destaca. Es como si el artista quisiera transmitir la salvajería y el choque cultural. La composición guía la mirada a través de la escena, desde la figura reclinada hasta las figuras que le rodean, y luego hacia el majestuoso caballo, conectando cada elemento.