
Apreciación Artística
En esta escena cautivadora, vemos a la diosa que da la bienvenida al amanecer, su forma etérea entrelazada delicadamente con nubes que se agitan. La paleta de pasteles suaves —los dorados cálidos contrastando con los azules fríos— crea una atmósfera celeste hipnotizante. La luz que emana desde la esquina inferior izquierda ilumina su rostro y arroja un resplandor suave sobre los querubines flotando a su lado, otorgando a la composición una calidad divina. Un mundo despierta del sueño, sugiriendo la tensión entre la noche y el día. Casi puedes sentir el suave susurro de las nubes mientras se separan, anunciando la llegada del sol.
La composición atrae la mirada hacia arriba; es como si nos invitaran a ser testigos de este triunfo divino desde abajo. Cada figura está impregnada de movimiento, con drapeados fluidos y nubes sueltas que interactúan dinámicamente. El durmiente Morfeo descansa en una pose relajada debajo de la escena, aportando equilibrio y un atisbo de quietud a la caótica despertar. Reflexionando sobre el contexto histórico, esta obra resuena con la celebración rococó del éxtasis, indulgencia, y gloriosas alegrías de la vida, encarnando perfectamente esta energía de transición y ligereza.