
Apreciación Artística
La escena se desarrolla al anochecer, el aire espeso con la promesa de la noche. Un gran carruaje, tirado por un equipo de magníficos caballos, domina el centro, sus ocupantes son un borrón de color y movimiento. El artista captura magistralmente el juego de la luz, con un brillo suave y difuso que ilumina las figuras y la calle adoquinada. La paleta está dominada por tonos apagados de gris, marrón y un toque de verde, lo que crea una sensación de calma y serenidad, a pesar de la bulliciosa actividad. Casi puedo oír el clop-clop de los cascos de los caballos y el murmullo distante de la conversación.
A la derecha, una mujer con un vestido de color claro, acompañada de un perro grande, pasea por la acera, aparentemente ajena al gran espectáculo que se desarrolla ante ella. Los edificios del fondo, con sus ventanas encendidas, insinúan la vitalidad de la ciudad. Esta pintura evoca una sensación de nostalgia, transportándonos a una época pasada de elegancia y sofisticación. Es un momento congelado en el tiempo, una tranquila observación de la vida urbana.