
Apreciación Artística
En esta inquietante escena monocromática, se despliega un marcado contraste entre la frágil inocencia de un cordero solitario y la presencia amenazante de un lobo encaramado en un promontorio rocoso. El artista utiliza magistralmente sombras profundas y cielos turbulentos para evocar una sensación de presagio y tensión. El árbol retorcido a la izquierda añade una atmósfera de salvajismo y ansiedad, como si la naturaleza misma contuviera la respiración. El cordero, iluminado tenuemente cerca de un estanque tranquilo, parece ajeno al peligro acechante, intensificando el impacto emocional de vulnerabilidad y amenaza inminente.
La composición es dramática pero equilibrada, con el lobo elevado dominando la escena y el cordero anclando la imagen en la inocencia serena. El juego de luces y sombras—el claroscuro—dirige la mirada hacia las figuras clave y sus roles simbólicos. La textura áspera del terreno rocoso contrasta con la forma suave y delicada del cordero, reforzando los temas de poder y indefensión. Esta obra, creada a finales del siglo XIX, refleja la fascinación del artista por los temas mitológicos y alegóricos, invitando al espectador a reflexionar sobre el eterno conflicto entre depredador y presa, inocencia y crueldad.