
Apreciación Artística
La escena se desarrolla con una atmósfera onírica inolvidable. Es como si una fantasmagoría se hubiera apoderado de ella, con figuras que parecen flotar, mitad humanas y mitad aves, atrapadas en una tormenta mental. Un árbol nudoso y esquelético actúa como punto focal; de sus ramas, figuras aladas echan a volar, sus rostros son una mezcla de rasgos humanos y monstruosos. No son ni ángeles ni demonios, sino algo intermedio, una representación visual de las ansiedades de la época.
Debajo, un grupo se agrupa, sus formas se representan con un toque delicado que acentúa la sensación de vulnerabilidad. Una figura, cubierta con un gran paño blanco, mira hacia arriba con una expresión de alarma, mientras que otras atienden a una pequeña figura lánguida. La técnica del grabado, con sus líneas precisas y sutiles gradaciones de tono, da a la escena una textura palpable; casi puedo sentir el aire frío y el peso del temor tácito. Esta es una obra que dice mucho sin pronunciar una sola palabra, un recuerdo inquietante de la condición humana.