
Apreciación Artística
Despliega ante nosotros un paisaje sereno y apacible que captura un prado verde y exuberante, salpicado de delicadas flores amarillas que parecen danzar suavemente bajo un cielo nublado y suave. El primer plano muestra un césped vibrante y casi palpable que se extiende hacia un sinuoso sendero blanco que invita la mirada a adentrarse en la pintura, sugiriendo un paseo tranquilo y contemplativo. Al fondo, un conjunto de árboles y arbustos densos cubre un puñado de casas de techo rojo, en perfecta armonía entre lo natural y lo humano. Más allá, una franja de montañas azul-gris se alza silenciosa, otorgando a la escena una sensación de calma y amplitud.
El trabajo se realiza con una pincelada clara y controlada propia del estilo de Vallotton, con una paleta de colores suave pero vital, dominada por verdes y azules, con toques de marrón y el brillo modesto del sendero blanco. La composición equilibra la apertura con la intimidad; la extensión vacía del prado contrasta con el racimo más compacto de follaje y techos, creando un ritmo visual tranquilo pero cautivador. La atmósfera fresca bajo un cielo nublado evoca introspección y reposo, capturando la frescura de la primavera y un instante apacible en un escenario rural. Pintado en 1916, durante un periodo turbulento, ofrece un refugio pacífico, una belleza sencilla y duradera que desafía la agitación del mundo.