
Apreciación Artística
Este retrato irradia una serenidad autoritaria y una atención minuciosa al detalle; el sujeto, un caballero distinguido, está sentado con porte en una elegante silla, vistiendo un oscuro abrigo ricamente bordado con acentos dorados llamativos. Su expresión es tranquila pero resuelta, transmitiendo una solemnidad digna que resulta a la vez íntima y dominante. El fondo oscuro y apagado enfatiza la presencia del personaje, mientras que el juego delicado de la luz modela suavemente la textura de su rostro y la complejidad de sus vestimentas, invitando al espectador a detenerse en cada matiz sutil.
La composición está cuidadosamente equilibrada: la figura sentada domina la escena, con la mano izquierda sujetando un compás y apoyada sobre planos arquitectónicos extendidos en la mesa, sugiriendo su profesión o intereses intelectuales. Este detalle añade profundidad narrativa, haciendo que el espectador se pregunte sobre su papel y la precisión que sus herramientas implican. La maestría de Goya se manifiesta en su paleta restringida, dominada por negros profundos, tonos suaves de piel y bordados dorados, todo pintado con una precisión que combina realismo y perspicacia psicológica. Esta obra refleja el estilo neoclásico retratístico de principios del siglo XIX, pero lo impregna de calidez y humanidad, capturando no solo la apariencia sino la esencia de este hombre en el contexto sociopolítico de la España postilustrada.