
Apreciación Artística
El sol baña la escena con una luz suave, casi etérea; un brillo dorado suave que parece acariciar tanto los edificios como el paisaje. La mirada se dirige a la torre de la iglesia distante, una aguja que perfora el cielo, un testimonio del poder perdurable de la fe y el esfuerzo humano. La composición está bellamente estructurada, el primer plano es una pradera verde, meticulosamente pintada. El segundo plano presenta un grupo de edificios, cuyos tejados tienen un tono terracota cálido que contrasta con los azules y verdes fríos de las colinas del fondo.
La habilidad de Vallotton radica en su capacidad para capturar la esencia de un momento. Hay una quietud palpable, una sensación de paz que impregna el aire. Casi se puede sentir el calor del sol en la piel y escuchar el murmullo distante de la vida en el pueblo. La aplicación del color por parte del artista es precisa y controlada, su uso de la luz y la sombra crea profundidad y dimensión. Es un mundo representado con una claridad que es a la vez familiar y onírica.