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Apreciación Artística
La escena se desarrolla en un espacio sombrío y cerrado, el patio de un manicomio, donde la luz se filtra de manera ominosa desde arriba. La composición es un torbellino de figuras atormentadas: algunas están encerradas en un abrazo desesperado, sus cuerpos contorsionados en lucha; otras permanecen solas, aparentemente perdidas en sus propios infiernos privados. Un hombre con los brazos extendidos domina el centro, su expresión es una mezcla de angustia y desafío, como si se enfrentara a un atormentador invisible. El efecto general es profundamente inquietante; es una clase magistral en la representación del sufrimiento humano, un brutal recordatorio de la fragilidad de la psique humana.