
Apreciación Artística
La escena estalla ante tus ojos: una corrida de toros, pero representada con una energía cruda e visceral que trasciende la mera descripción. El magistral uso que Goya hace del aguafuerte permite que los detalles emerjan como fantasmas del papel: los músculos ondulantes del toro, el precario equilibrio del jinete, las motas de polvo bailando en la luz de la arena. Casi puedes oír el rugido de la multitud, el resoplido de los animales, el crujido agudo de los rejones. La composición es un torbellino de movimiento; los cuernos del toro empujando hacia arriba, el jinete inclinado hacia atrás, aferrándose desesperadamente a su montura. El contraste entre el toro oscuro y poderoso y el jinete vestido de blanco amplifica el drama. Es una representación cruda e implacable del coraje humano y la brutalidad del espectáculo, dejando al espectador con una sensación de asombro y malestar a partes iguales.