
Apreciación Artística
Ser testigo de esta escena es como ser empujado al corazón de una pesadilla: un hospital consumido por las llamas. La energía cruda del fuego es palpable, una danza caótica de naranja y rojo contra una oscuridad asfixiante. Las pinceladas de Goya, audaces y desenfrenadas, capturan la inmediatez del evento; las figuras frenéticas, representadas con trazos rápidos, casi borrosos, transmiten la desesperación de aquellos atrapados en el infierno. Un rayo de luz, posiblemente de una ventana o del propio fuego, perfora la penumbra, ofreciendo un fugaz vistazo de esperanza en medio de la tragedia que se desarrolla. Casi puedo oír los gritos, el crepitar del fuego y los lamentos de los afligidos. El peso emocional es inmenso, un testimonio de la capacidad del artista para transmitir los horrores de la guerra y el sufrimiento humano.